Y digo impresionante porque su interior alberga todo tipo de reliquias e incluso, se podría decir, tesoros de nuestra monarquía.
Este monumental complejo arquitectónico se mandó construir por Felipe II y, en su museo, podemos encontrar desde copias de mapas y maquetas hasta herramientas que se usaron para su construcción.
Si habéis leído la introducción de mi blog posiblemente recordaréis que os nombré el libro de La Catedral del Mar. Pues bien, una de las cosas que más me impactó de aquella historia es saber cómo se construyó desde la primera piedra, cada una de ellas, talladas, transportadas y alzadas a manos de fuertes hombres.
Allí se pueden ver desde las gruesas cuerdas y poleas que se usaron para transportar y alzar, herramientas para tallar, romper, etc. hasta la reproducción de aquellos enormes y pesados bloques de piedra que forman su arquitectura, además de todo tipo de materiales de construcción como cerámica, madera, vidrio…
Dicho así, quizás no parezca muy relevante todo lo que os explico, pero viendo la magnitud del complejo monumental y echando un poco de imaginación sustituyendo las grandes máquinas que se usan ahora por la única presencia de animales de carga y la fuerza humana, creo que sí lo es.
Debo reconocer que nunca he sentido afán en visitar museos ni nada parecido, quizás por ignorancia o simplemente porque siempre fui justa en las notas de historia y siempre encontré poco atractivo este tipo de visitas culturales cuando se nos proponía en el plan anual del colegio porque el único atractivo que veía en este tipo de salidas era el pasar un rato ameno con los compañeros y jugar a la hora de la comida en algún sitio al aire libre. Supongo que no fue ni es mi caso el único.
Hay que fomentar la cultura de los más pequeños y motivar este tipo de inquietudes para que no tarden tanto como yo lo hice en apreciar estas maravillas del mundo, no creéis?
El monasterio en sí es maravillosamente bonito pero en su interior podemos estar horas admirando desde lo que os expliqué anteriormente a un sin fin de cuadros de muchos de los más famosos pintores de la época como Tiziano, relicarios, mobiliario, etc. que pertenecieron a los que formaron parte de nuestra monarquía algún día, así cómo los sarcófagos donde descansan sus restos.
En definitiva, si por un momento se te ha ocurrido la idea de hacer una visita rápida y crees que será suficiente para valorar y admirar tal belleza, piensa que es probable que desees volver a terminar lo que empezaste.
La visita al recinto permite salir y entrar tantas veces se desee durante el día e incluso dispone de un bar-cafetería para poder hacer descansos durante la jornada. Así que tú decides.
En el interior no se pueden tomar fotografías, sólo de los espacios abiertos, los cuales, no hay muchos visitables, así que en esta ocasión tendréis que echar mano a vuestra imaginación.
Con todo esto me he quedado bastante corta y me he dejado muchos detalles que sólo vosotros podéis descubrir, así que os dejo el link donde encontrar la información detallada respecto a horarios, tarifas y demás pinchando aquí.
Si os queda algo de tiempo, el exterior del recinto (os mostré algo en mi anterior entrada) y alrededores, como el parque de la casa del príncipe Don Carlos, merecen también algo de vuestro tiempo.
Deciros también que tenéis la posibilidad de visitar en el mismo pueblo la casa del príncipe Don Carlos, el jardín de los frailes y la casa del infante Don Gabriel, entre otros y, a muy pocos kilómetros, si no os importa coger el coche, está el Valle de los Caídos. Para no aburrirse.
Con todo esto, me despido hasta pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario